Mario Abel Amaya
(1935-1976) fue un abogado y político argentino, activista reformista en la
universidad y miembro de la Unión Cívica Radical que fue detenido-desaparecido
en 1976 por el V Cuerpo de Ejército con sede en Bahía Blanca, muriendo como
consecuencia de las torturas a las que fue sometido. En 1973 fue elegido
diputado nacional en su distrito de la Provincia de Chubut, desempeñándose en
el cargo hasta el golpe de estado del 24 de marzo de 1976.
Mario Abel Amaya nació en el Valle Inferior del Río Chubut.
Sus padres eran maestros rurales en Dolavon, y habían migrado provenientes de
la Provincia de San Luis en la década de 1920. Cursó sus estudios primarios y
secundarios en Rawson. Cuando contaba con 16 años, en las elecciones de 1951,
se acercó como militante a la Unión Cívica Radical. Realizó sus estudios
universitarios en las universidades de Córdoba y Tucumán, donde mantuvo una
activa militancia en el movimiento reformista. Al recibirse de abogado, se
radicó en Trelew, instalando su estudio jurídico junto con Patricio "el
Oso" Romero, un destacado dirigente peronista.
Amaya se orientó a asesorar trabajadores y sindicatos. A
comienzos de la década de 1970 comienza a defender a presos políticos detenidos
en la cárcel de Rawson, destacándose entre ellos el dirigente sindical Agustín
Tosco. En 1972 se produjo una fuga de presos políticos de las organizaciones guerrilleras
Montoneros y Ejército Revolucionario del Pueblo, durante la cual un gran grupo
quedó atrapado en el aeropuerto de Rawson. En esa ocasión los fugados exigieron
como garantía la presencia de los abogados radicales Mario Amaya e Hipólito
Solari Yrigoyen. Pocos días después varios de los detenidos serían asesinados
en lo que se conoce como la Masacre de Trelew. Poco después Amaya fue detenido
por la dictadura que gobernaba en ese momento.
Amaya adhirió desde su origen al Movimiento de Renovación y Cambio
que lideraba Raúl Alfonsín, enfrentado a la línea conservadora que dominaba el
radicalismo, encabezada por Ricardo Balbín. En 1973 se presentó en su provincia
como candidato a diputado nacional, ganando y asumiendo el 25 de mayo.
En la madrugada del 17 de agosto de 1976, Amaya fue
secuestrado de su domicilio por orden del general Acdel Vilas, subcomandante de
la región militar 5ª. Simultáneamente, el Puerto Madryn, se realiza el
secuestro del senador radical Hipólito Solari Yrigoyen. Ambos fueron
trasladados en avión militar a la Base Aeronaval de Bahía Blanca, y de allí al
centro clandestino de detención "La Escuelita", que funcionaba en el
Regimiento 181 de Comunicaciones. Ambos permanecieron desaparecidos hasta el 31
de agosto, cuando la presión nacional e internacional por sus vidas obligó a
los captores a liberarlos en Viedma, simulando un rapto realizado por alguna
organización guerrillera. "Se nos arrojó con violencia del vehículo en que
veníamos atados, amordazados y encapuchados, a una zanja lateral al
camino", relata Solari Yrigoyen.
En ese estado los encuentra la policía que, sin embargo,
volvió a detener a ambos parlamentarios, quienes fueron devueltos a Bahía
Blanca y encarcelados en la cárcel de Villa Floresta. El 11 de septiembre,
ambos fueron trasladados a la cárcel de Rawson, donde fueron torturados. De
esas torturas resultaría la muerte de Mario Amaya, que era asmático, y otro
detenido, Jorge Valemberg, un dirigente peronista que había sido presidente del
Concejo Deliberante de Bahía Blanca.1 Para agravar su situación, a Amaya le
retiraron el inhalador y los medicamentos. Solari Yrigoyen recuerda ese momento
con estas palabras:
Si bien estábamos todos incomunicados en el Pabellón 8 de
Rawson, con la intención de que no trascendieran al exterior los tormentos
recibidos, tuve ocasión de ver a Amaya por última vez en el baño, tenía la
cabeza partida, estaba morado por los golpes y hablaba con dificultad. Alcanzó
a decirme: "Estoy muy mal".
Ante la gravedad de su estado, Amaya fue trasladado al
hospital de la cárcel de Villa Devoto, en Buenos Aires, donde murió el 19 de
octubre de 1976, a los 41 años.1
La dictadura no permitió que Amaya fuera velado en la Casa
Radical. Su entierro se realizó en Trelew, en pleno apogeo del terrorismo de
estado que impuso el Proceso de Reorganización Nacional. En el mismo habló Raúl
Alfonsín:
…Venimos a despedir a un amigo entrañable… Un amigo valiente
que no sabía de cobardías. Un amigo altruista que no conocía el egoísmo. Un
hombre cabal, de extraordinaria dimensión humana, encerrada en un cuerpo de
salud precaria. Pero venimos también a despedir a un distinguido
correligionario, a un hombre radical, a un hombre de la democracia, que no la
veía constreñida a las formalidades solamente, sino que la vitalizaba a través
de la participación del pueblo para poner el acento en los aspectos integrales,
en los aspectos sociales.
Y venimos también –agregó el Dr. Alfonsín- a despedir a un
hombre calumniado, infamemente calumniado, juntamente con otro correligionario
que está sufriendo una cárcel que nadie se explica: Hipólito Solari Yrigoyen.
Se pretende tergiversar el sentido de la lucha de estos dos extraordinarios
correligionarios, cuyo único pecado es pretender solucionar los problemas de
los desposeídos, cuyo único pecado es sostener con Yrigoyen la defensa del
patrimonio nacional…
Ruego a Dios que haga que el alma de Mario Abel Amaya
descanse en paz. Ruego a Dios que permita sacarnos cuanto antes de esta
pesadilla, de esta sangre, de este dolor, de esta muerte, para que se abran los
cielos de nuevo; que en algún momento podamos venir todos juntos a esta tumba
con aquellos recuerdos agridulces y recordar el esfuerzo del amigo y poder
decirle que se realizó, que dio por fin sus frutos.
Raúl Alfonsín, 1976.
Fuente: Wikipedia.org
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